NOVELA

Parte 1



Maldito despertador



-"Buenos días, son las seis de la mañana y esto es Radio tres. -suena un ritmo pegadizo seguido de un eslogan- Siguiendo con el hilo del programa anterior, recordamos que el pasado 21 de Agosto, coincidiendo con la visita de los inspectores de armas químicas de las Naciones Unidas, se produjo un extraño ataque”. -



Se despierta sobresaltado, precipitándose contra la radio-despertador para escuchar mejor las noticias. Sube el volumen y coje un cigarrillo de la mesilla, llevaba tiempo investigando sobre aquel ataque, así que se sentó en el suelo y escuchó atentamente.



- “Las tropas del Ejército del presidente de Siria- Continúa la reportera- Bashar al-Assad, ejecutaron tres ataques con armas químicas en los alrededores de Damasco, en el barrio de Ghouta, contra la población civil. El ataque ha causado un número de víctimas masivo. Cerca de 1.400 “mil cuatrocientos” civiles, incluidos niños, han muerto envenenados, por asfixia. Tras las investigaciones se ha rechazado la posibilidad de la utilización del gas Sarín, o el gas mostaza.


Comienza a ponerse tenso “uf, qué desastre”, y se dirige hacia la cocina para prepararse un café de desayuno. No come demasiado, pero el café por las mañanas le resulta imprescindible. No le ha sentado bien escuchar esta terrible noticia recién despertado, pero aun así, decide escuchar un poco más.


- “El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, accedió ante la propuesta rusa de evitar un ataque militar, otorgando a Siria la posibilidad de entregar todo el armamento  químico, en un plazo estipulado."


- “No veis que no van a entregar nada?” - El grito impacta contra el televisor atravesando el ático. Nadie le había escuchado “No se enteran…”.


Aquello, más que un ático, parecía uno de esos zulos en los que se puede encontrar a un dictador meses después de haber sido derrocado.


“Loft céntrico de cuarenta metros cuadrados”- Decía el anuncio del periódico. Lo que omitieron es que de los cuarenta metros construidos; habitables acabaron siendo menos de la mitad y, añadiendo los detalles de una vida, el resultado es un escenario de pocos metros para interpretar la función del día a día.


Particularmente hoy, Lázaro decide desayunar en el sofá. Ya sentado,  por culpa de un tembleque en las manos,  derrama  el café por toda la mesa.


Joder, otra vez” se apresura a limpiar las manchas que han caído sobre el cristal antes de que lleguen a los papeles que está ojeando. Sus manos tiemblan incesantemente, poniéndole cada vez más nervioso, haciéndole temblar más. Eso hacía que le resultara más difícil de lo debido una tarea bastante simple. Irritado, se levanta bruscamente y, frotándose las manos, cruza la sala para entrar en el baño.


El aseo de la casa es muy pequeño. La puerta tiene el mismo diseño que los armarios y están al lado, así que en más de una ocasión, cuando sólo llevaba un par de meses viviendo allí, ocurrió que al llegar a altas horas de la madrugada en un innegable estado de intoxicación etílica, se había confundido de puerta y había acabado por vomitar en sus chaquetas.


Abre el armario que se oculta tras el espejo del lavabo mientras la circunferencia de neón del techo aún parpadea y, con más ímpetu del necesario, agarra el bote de xanax tirando sin querer todo lo que hay a su alrededor. Ignora las manchas de mercromina que se escurren por el blanco de la porcelana hasta perderse por el desagüe, toma dos pastillas y las traga sin agua. Respira unos instantes y cierra el armario para mirarse en el espejo. El rectángulo de cristal le ofrece una escena demasiado desalentadora como para verla de buena mañana, apresurándose a abandonar el baño.
Al llegar al salón, nota cómo las benzodiazepinas empiezan a hacer efecto y le permiten volver a pensar con claridad. Busca un cigarrillo en los jeans con los que había dormido y lo enciende observando sus hogar. Predomina el minimalismo de las estructuras blandas que brotan de las paredes. De derecha a izquierda la monotonía de la habitación se rompe cuando  su mirada se posa sobre el televisor. Los restos de la salpicadura de café se han secado creando una desagradable película marrón en el cristal de la mesa. Suspira, no ha alcanzado ni el ordenador, ni los documentos que cubren la mesa. Los hay todo el piso, hasta las paredes, que están cubiertas por chinchetas e hilos que conectan recortes de periódicos con fotografías, fotografías con bocetos, bocetos con listas de materiales, y listas de materiales con noticias de periódico. Incluso en el cuarto de baño tiene pilas de libros y blocks de notas.


El poco espacio libre que resultaba, está ahora ocupado por cajas de cartón selladas con cinta de embalar, con una palabra escrita en rojo que designa su contenido y el nivel de cuidado exigido para mantener la integridad del mismo. Las cajas se encuentran apiladas ingeniosamente con el objetivo de amortizar el poco espacio restante. Y aún no lo tiene todo…
Repasa una y otra vez en su cabeza todo lo ocurrido en Siria. No deja de mirar a su alrededor. Ya tiene casi todo el material necesario para llevar a cabo su tan esperado plan.



Reacciona bruscamente cuando el cigarro casi consumido le quema los dedos. La colilla cae al suelo y se da cuenta de que llevaba varios minutos ensimismado con los pequeños detalles de su apartamento. Apaga la brasa del cigarrillo con la punta de la zapatilla y maldice por la pequeña marca calcinada que se ha quedado en la tarima. Corre al armario para sacar los útiles de limpieza. Al sacar la escoba y el recogedor gris acoplado a la barra de aluminio v, se desliza detrás de varios botes amarillos de lejía. Se agacha para recogerlo. Su nariz capta el intenso aroma de la desinfección y en su cerebro se acaban conectando varios cabos que aún quedaban sueltos.


Deja caer la escoba contra el armario, y se abalanza sobre la mesa de la cocina buscando un bloc de notas. Lo encuentra enterrado entre un ejemplar de Gabriel García Márquez  “Cien años de soledad” .


- “H2sO4..  diez litros” …-Medita- “¿Y de dónde coño saco diez litros de ácido sulfúrico?.”








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